Las apariciones de la Virgen María como Rosa Mística, comenzaron en 1947 en Montichiari, una pequeña ciudad al norte de Italia. Montiachiari está situada al pie de los Alpes Italianos, a unos 20 kilómetros de Brescia. Pierina Gilli, nacida el 3 de agosto de 1911, trabajaba como enfermera. En la primavera de 1947, se le apareció la madre de Dios en una sala del hospital. Vio a la hermosísima Señora que vestía una túnica morada y cubría su cabeza con un velo blanco. Tenía el pecho atravesado por tres espadas. Su rostro celestial estaba triste y sus lágrimas caían al suelo. Sus dulces labios se abrieron para decir: "Oración- Penitencia- Reparación", y luego guardó silencio.
En una segunda aparición ocurrida el domingo 13 de junio de 1947, también en el hospital, la Santísima Virgen aparece pero esta vez vestida de blanco y en vez de las tres espadas lleva tres rosas: blanca, roja y dorada. Pierina le preguntó que por favor le dijera quién era. La Virgen le respondió: "Soy la Madre de Jesús y Madre de todos vosotros. Nuestro Señor me envía para implantar una nueva devoción mariana en todos los institutos así masculinos como femeninos, en las comunidades religiosas y en todos los sacerdotes. Yo les prometo que si me veneran de esta manera especial, gozarán particularmente de mi protección, habrá un florecimiento de vocaciones religiosas, menos deserciones y una gran santidad en sus miembros. Deseo que el 13 de cada mes se me consagre como día mariano y los doce precedentes sirvan de preparación con oraciones especiales. Su rostro se iluminó de alegría y continuó: "En ese día derramaré sobreabundancia de gracias y santidad sobre quienes así me hubieran honrado. Deseo que el 13 de julio de cada año sea dedicado en honor de Rosa Mística, es decir, "Rosa Misteriosa". Pierina le preguntó si no era necesario una prueba o milagro de sus apariciones, y la Virgen le respondió: "El milagro más patente consistirá en que las personas consagradas a Dios, que desde hace tiempo y de modo especial durante la guerra, se han dejado dominar por la tibieza, hasta el punto de ser infieles a su vocación y traicionarla, esas personas que con deslealtad han provocado los castigos y persecuciones de que es actualmente víctima la Iglesia, cesarán de ofender gravemente al Señor y harán florecer de nuevo el espíritu de sus fundadores".